viernes, 10 de mayo de 2013

Darie Andrade: "Yo era la típica mamá y ama de casa”

El divorcio de sus padres acabó con su carrera de Medicina. Se hizo secretaria y fue el sostén de su casa. Ya casada, su vida fue de plena comodidad. A los 50 dio un vuelco total. Hoy, es feliz
“¿Qué hago para ayudar a mi familia?”, pensó a los 20 Darie Andrade. Su padre se fue de la casa y dejó de aportar. Mamá jamás había trabajado, sus hermanos tenían 12 y 16. Dejó su carrera y, como secretaria, consiguió su cometido. La chica aguerrida, sin embargo, una vez casada mutó en ama de casa, paraba en el club. Su esposo fue promovido a Colombia. Establecidos en Bogotá, el 2006 él se independizó y creó una exportadora de flores. Un año después supo que el negocio estaba en la comercialización vía Internet. Entonces pensó en Darie. “No hay persona con más punche”, pensó (y no se equivocó). Quienes los conocen, aseguran que si Abaco Flowers crece y crece, es porque ella está ahí.
Su sueño era ser médico e ingresó a la Cayetano para estudiar Medicina. Sin embargo, terminó como secretaria. ¿Por qué?
Por un tema familiar, por razones económicas, porque de repente asumí demasiadas responsabilidades que, en realidad, no me correspondían.
Usted tenía 20 años y su mamá jamás había trabajado. Sus padres se divorciaron, su papá se fue y no hubo más aporte económico; sus hermanos aún estaban en el colegio y usted asumió la manutención de la casa.
Exacto. Quizás no debió ser así, hay que gente que trabaja y estudia y así logra hacer realidad sus sueños, pero yo no: Yo me dediqué a trabajar y a parar la olla.
Se casó a los 28 y tras el nacimiento de su segundo hijo, con su marido decidieron que usted se dedicaría a la crianza; y él se convirtió en el exitoso de la familia.
Él tenía un muy buen puesto, siempre muy bien remunerado; y yo era la típica mamá y ama de casa.
Él llegó a ser un alto ejecutivo en Procter & Gamble, luego lo contrató el Grupo Fierro (español), lo promovieron a Colombia y, en todo ese proceso, usted siempre era quien lo acompañaba.
Sí.
Habiendo querido ser médico y comenzado a estudiar Medicina, habiendo sido secretaria de empresas petroleras, ¿qué tan difícil fue incorporar el rol de ama de casa en su vida?
Los primeros años, arañaba el techo. ¡Me sentía enclaustrada en mi casa! Pero mis hijos eran muy chiquitos y se llevan solo un año de diferencia. Creo que tenía 18 horas de actividad diaria, terminaba rendida ya que jamás me gustó tener ayuda. Yo asumí el papel al 100%.
¿Qué pasó cuando ellos comenzaron a crecer?
Cuando nos fuimos a Colombia tenían 8 y 7 años. ¿Qué pasa cuando uno sale del país? Que al llegar a otro, las personas te adoptan, se convierten en tu familia. Por lo tanto, no te sientes tan perdida; y como los chicos tenían las edades perfectas para hacer amistades –nadaban, practicaban equitación, jugaban golf…- me terminaron jalando a sus actividades.
Su vida había entrado en una suerte de tranquilidad…
¡Total! Yo era la señora que iba al club, jugaba tenis; que llegaba a mi casa y ya tenía las cosas listas… Pero siempre estaba ese bichito que me decía que algo me estaba faltando.
Su esposo renunció, decidió dedicarse a la exportación de flores…
Y yo seguía igual, porque –gracias a Dios- con los ahorros que teníamos, seguíamos viviendo igual.
¿Qué fue lo determinante? ¿Qué cambió su vida?
El haber tomado la decisión de volver a trabajar. Me costó. Me sentía insegura.
Un año después, el 2007, él se dio cuenta de que el negocio estaba en venderlas por Internet.
El negocio estaba en mejorar la cadena de entrega del producto (siguiendo el modelo tradicional las flores podían pasar hasta por doce manos antes de llegar al cliente), y qué mejor forma de eliminar todos esos problemas que consiguiendo que –vía FedEx- vayan de la finca a la puerta de tu casa a un precio súpercompetitivo.
¿Por qué pensó en usted?
Porque cuando nació Internet, hubo ‘algo’, hizo click conmigo. ¿Por qué? Porque yo vivo afuera y me interesa comunicarme con mi familia. Tan es así, que a mi mamá –que entonces tenía 67 años- la involucré tanto en el tema que terminó siendo ‘la abuelita cibernética’. Se comunica conmigo por Skype, me manda las recetas por e-mail… Yo estaba involucrada por completo en la comunicación por Internet, ¡pero no en comercio electrónico! Por eso, cuando él me hizo la propuesta, al comienzo me dio miedo: el manejo de tarjetas de crédito es una cosa muy complicada, por un tema de seguridad. Pero comencé a indagar y a indagar, y me involucré.
Usted había dejado de trabajar…
Hace 18 años.
¿Cuál fue su miedo más grande?
Sentirme ignorante. Decía: “¿Seré capaz?”. Y Jorge (su esposo) me decía: “Mira: eres inteligente, tienes criterio, ¡te gusta esto! Qué mejor que trabajar con una persona como tú”. ¡Porque él podía haber contratado a otra persona!
Claro, y además esto no era un juego: se trataba de la empresa de la que iría a vivir su familia. Él estaba asumiendo un riesgo.
Así es. Pero me conoce lo suficiente para saber que ese bichito que yo llevaba dentro iba a ser el detonante para que esta bola de nieve crezca como ha crecido.
Hoy sus hijos viven orgullosos de usted.
Así dicen (ríe)… Cuando eran chiquitos y hablaban de las mamás que trabajan –en Colombia creo que el 99% de las mujeres lo hace, y yo pertenecía a ese otro 1%-, me decían: “Mami, es mejor que tú estés acá en la casa”. En cambio, ¿ahora? ¡Están felices de la vida! Después de tantos años me siento tan integrada, y me gusta tanto… Realmente me apasiona el tema del comercio electrónico.
¿Qué ha sido lo mejor?
Me siento realizada: siento que mis ideas se plasman, y son aceptadas; porque en Internet tú te das cuenta –rápido- si tus ideas sirven o no. Basta que cambies una cosita, un título, un detalle, y ves la reacción de la gente. Por eso, si tú entras a mi página web, yo –desde mi computadora- puedo ver cómo estás viendo mi página: así sé en qué te detienes más, qué no te interesa… y eso me va dando una idea de en qué mejorar. Yo lo monitoreo todo. Soy como la hormiguita que quiere estar en todo.
Esa debió ser la razón por la que su marido confió en usted.
Yo creo que sí, porque sabe que cuando me propongo algo, cuando quiero sacar algo adelante, nadie me aguanta… Si yo tengo un problema, lo tengo que solucionar: sola o pidiendo ayuda.
¿El que ambos trabajen juntos ha alterado su relación de pareja?
Sí, porque ahora estamos 24 horas al día juntos… Al comienzo, todo muy bien, hasta era gracioso, pero la rutina –de ir, venir, estar juntos, almorzar juntos, llegar a la casa juntos…- llegó a crear momentos de fricción, porque los dos comenzamos a llevar problemas del trabajo a la casa. No. Dijimos: “Esto no es sano”. Cortamos, y los problemas de la oficina se quedaron ahí, porque ha habido momentos en los que él opinaba de una manera y yo de otra y llegábamos a la casa y ahí seguía la conversación… No.
Eso no existía antes, cuando usted era una ama de casa.
No. Él venía y me contaba algo y yo le daba mi opinión, porque él siempre consideró mi opinión como válida, pero, al final, quien tomaba las decisiones era siempre él. Ahora, ya no. Ahora estamos 50%-50%. Y este año los chicos se van a involucrar un poquito más porque necesitamos mano de obra. Así aprenderán y, de repente, algún día esto se convierta en una empresa familiar; porque con el comercio electrónico hoy son las flores, pero mañana podemos comercializar libros, confecciones, carros, ¡lo que tú quieras! En Internet, el cielo es el límite. Todo depende de cómo manejes la plataforma.
¿Hace diez años podría haber imaginado que a los 50 cambiaría su vida?
Hace diez años estábamos en Colombia y yo era la señora que organizaba los eventos porque unos ejecutivos iban a visitar el país, tenía una serie de cócteles, mi vida era muy social; y siempre imaginé que sería así. Nunca pensé que este afán mío por quererme comunicar a través de Internet me iba a llevar a tener lo que tengo ahora. Nunca lo imaginé, nunca lo preví.
Muchas mujeres que han pasado de amas de casa a empresarias dicen ahora sentirse realizadas. ¿Qué es sentirse realizada?
Valerse por sí misma. No es que esté mal ser ama de casa: una puede ser muy eficiente como ama de casa, pero ¿qué pasa? Llega un momento en el que todo el mundo hace algo: el marido se va a trabajar, los hijos se van al colegio o a la universidad y, al final, solo te quedas tú. Muchas, ¿qué hacen? Optan por la ayuda social. Yo opté por la ayuda social, pero no me llenaba. Ahora siento que mi trabajo vale. Ya no soy la esposa de ni la mamá de… Ahora yo soy quien soy por lo que hago.
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El Comercio 11/08/09

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